martes, 12 de agosto de 2008

RECUERDOS DE ORO: POR SHOUBA.

Con motivo de nuestro tercer aniversario y por segundo año consecutivo, retomamos la sección Recuerdos de oro. La primera autora invitada de esta segunda etapa es Shouba, lectora habitual y creadora del blog:
RECUERDOS DE ORO: POR SHOUBA:
Mi vida siempre ha estado ligada a lo antiguo, rodeada en casa con trastos de mi padre en su mayoría: unos tractores amarillos en miniatura, su colección de vinilos y cassettes... no sé si se llevará en los genes o es una cuestión del entorno en el que crezcas, el caso es que una parte de mí siempre se ha inclinado hacia lo nostálgico, los recuerdos del pasado. Cuando tuve Internet lo primero que busqué fue información sobre los Bee Gees, así que ya os podéis hacer a la idea de la dimensión del asunto, era cuestión de tiempo que encontrara el blog en el que publicaran este pequeño artículo.


Para una chica nacida en el 86 esos primeros recuerdos se remontan a principios de los 90. Mi madre aún me elegía la ropa que iba a llevar puesta, recuerdo especialmente unas mallas que se pusieron de moda o simplemente eran las más baratas del mercado: blancas con estampado de flores enormes. A la hora del patio me comía el bocadillo y jugábamos en el parque del colegio con las distracciones que había, tan aclamadas ahora por el mundo freak, como pueden ser: el tobogán, los columpios (metálicos, asiento inclusive), el balancín... También rascábamos la arena con los talones para sacar la arena finita de debajo y utilizarla para jugar a cocinitas, alguna vez tragué una poca, para qué negarlo. Pero sin duda, con lo que más disfrutaría vendría unos años más adelante cuando nos cambiaron al patio de los mayores: nos reuníamos en un pequeño grupo selecto y contábamos historias que habíamos escuchado que le habían sucedido a la amiga de la madre, al abuelo o a la vecina del tercero: historias sobre fenómenos paranormales. Ahí entraba en juego un libro que había por casa "El Gran Libro de lo Asombroso e Inaudito" , donde se contaban además de enigmas de la ciencia y del espacio, historias sobre tierras y bestias legendarias, misterios o profecías y sucesos de este tipo. Leíamos algún artículo y lo comentábamos entre todos. A partir de aquí iban surgiendo las demás anécdotas.


En verano, aunque no era una peli de nuestra época, siempre volvían a poner "Tiburón" (1975) y siempre volvíamos a asustarnos, me encogía en el asiento mordiéndome las uñas al escuchar la musiquilla. Era un ritual, sin saber cómo ni porqué todos habíamos visto la tele ese día y cada año a la vuelta a clase rememorábamos las hazañas de los personajes, lo que más nos había impactado: “¡¿y te acuerdas cuando...?!” era emocionante. Con "Grease" (1978) pasaba tres cuartos de lo mismo, la única variante era que tenías que elegir quién querías ser o quién te gustaba más.

En televisión lo que recuerdo especialmente eran las series de dibujos animados... de las más antiguas que se alojan en mi mente son: "Ferdy", esa hormiga que llevaba un pañuelo de lunares al cuello, tocaba la guitarra y su novia era una mariquita rubia (desde luego es una imagen difícil de borrar de la mente) serían mis inicios en visionado de relaciones interpersonales.
Por otra parte estaba "La Corona Mágica", de la que no supe el nombre hasta hace relativamente poco, sólo recordaba fragmentos y algunos personajes.

Después vendrían muchas más pero la que más me marcó fue "La llamada de los gnomos", la secuela de "David, el gnomo", donde el juez Klaus imponía justicia viajando en su cisne por todo el mundo, ayudando a sus congéneres y siempre acompañado por su fiel ayudante Dany. Aportaba un bonito mensaje de generosidad y respeto hacia los demás y a la naturaleza. Reafirmando esto quedaba la canción del final de la serie titulada "Pequeño planeta", que aún hoy en día no desentonaría con el panorama actual de contaminación, ahorro de agua y demás. De todas estas series con mensaje me ha quedado también una conciencia en contra de las injusticias en general, al menos el germen.

No querría terminar sin recordar algo que coleccionaba y que no he visto en mucho tiempo: las barajas Fournier sobre dibujos y series. Cada una compuesta por treinta y dos o treinta y tres cartas, distribuidas en cuatro palos por colores que solían tener el dibujo con la explicación debajo y a la hora de jugar si no entendíamos las instrucciones que venían al dorso de la primera carta, nos las inventábamos (procedimiento aplicable a todos los juegos de mesa). Tardes y tardes disfrutando antes de que llegara la era de los ordenadores e Internet...
Con el tiempo, después de tanto recordar el pasado tengo la sensación de que se va borrando el verdadero recuerdo y lo que queda es el recuerdo del recuerdo. Así que espero que plasmando cuatro ideas en este artículo quede fijado un recuerdo más cercano al verdadero y no se evapore.
Gracias por hacerme un hueco por aquí, un saludo a autores y lectores.
Silvia Pérez Latorre (Shouba).

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