domingo, 24 de agosto de 2008

RECUERDOS DE ORO: "MI MÁQUINA DEL TIEMPO": POR N. IMOBACH REYES

Nuestro décimo autor invitado es N. Imobach Reyes, nostálgico lector y amigo desde el año 1993 (época en la que llevaba el mismo corte de pelo que el niño del boomerang que aparecía en "Mad Max 2: el guerrero de la carretera" (1981)) y que nos ha dado su visión sobre sus recuerdos bajo el título de:
RECUERDOS DE ORO: "MI MÁQUINA DEL TIEMPO": POR N. IMOBACH REYES:
Pertenezco a una impresionante y excepcional generación, una horneada espléndida de coetáneos que solemos coincidir en lo mismo: la capacidad innata para pasarlo bien. Pero una diversión bien entendida, no lo que en la actualidad se conoce erróneamente con el mismo término. Disfrutábamos de cada momento como si fuera el último, pero siendo conscientes de que no lo era en realidad, amábamos el riesgo (nosotros inventamos el puenting), pero no arriesgábamos hasta el límite, salvo contadas y malogradas excepciones. Guardo muy buenos recuerdos de mi etapa de niño y de adolescente, es más, me resisto a abandonar la adolescencia, aún busco un equilibrio, una armonía que aún no he encontrado. Tuve la enorme suerte de atravesar mi niñez de la mano de mis tíos maternos, era el único sobrino y conviví hasta los ocho años con tres de ellos, para posteriormente ceder el testigo a mis cuatro primos paternos, mayores que yo de edad. El haberme "criado" en un ambiente sempiternamente adulto ha influido de sobremanera en el hecho de haber disfrutado de mi tiempo como un hombre disfruta de las protuberancias y hondonadas del pecho femenino, con una intensidad impropia de un crío de mi edad. Gracias a ellos, tíos y primos, podría reconocer cada canción, cada cantautor, cada grupo musical y cada cantante, cada película, cada serie de televisión, cada actor y cada personaje, de ficción o real, y es más, lo puedo ubicar con precisión suiza en el tiempo en la mayoría de las ocasiones. No solo he escuchado canciones que muchos de mis quintos no han escuchado en la vida, sino he visto películas, he leído libros y he visto series de televisión que ya nadie recuerda, y eso se ha forjado a lo largo de unos pocos años; sólo tengo veintinueve años, nací en el setenta y nueve.

Cuando era niño y cuando fui adolescente la tecnología influyó de manera decisiva en mi vida, pero de la mejor manera posible. No recuerdo haber dejado de salir a la calle por ver algo en la tele, ni mucho menos por algún vídeojuego, prefería interactuar con otros de manera real que permanecer hipnotizado frente a algún aparato electrónico, y no me ha ido mal, me considero una persona emocionalmente estable y psicológicamente sana, aún siendo considerado por individuos de mi generación como un bicho raro. Jugaba todo tipo de juegos, no sólo el fútbol, por el cual aún profeso una ferviente devoción, sino que hice bailar el trompo, volar una cometa, subía y bajaba mi yo-yó, jugaba a la cogida, a policías y ladrones, al escondite, a los boliches, a la comba, al elástico, al tejo, y aún tuve tiempo para ver la tele, para leer libros y comics, para escuchar música, para jugar con los primeros ordenadores o con la irrupción de las consolas, aunque nunca fueron mi prioridad. Utilizaba los avances tecnológicos a mi antojo, con decisión y criterio, de manera independiente, me daba igual que alguno que otro me remedara en su actitud; tenía claras mis prioridades, y, muy importante, tenía personalidad propia.
Paseaba el filósofo con su discípulo y éste último le preguntó: "Maestro: dime algo bueno y algo malo". a lo que el maestro preguntó "El alma y la memoria". Con esto, y redundando en alusiones, quiero decir que, si no aprendemos nuestra historia , estamos condenados a repetirla, pero ¿por qué no repetirla, al menos en todo lo bueno?


Yo crecí con "Barrio Sésamo", con "La bola de cristal", con "Érase una vez la vida", con "V", con "El Valle Secreto", con "MacGyver", con "El Equipo A", con "Sensación de vivir", con "Mazinger Z", con "Sherlock Holmes", con "Star Blazers", con "Los Caballeros del Zodiaco", con "David el Gnomo", "Heidi" y "Marco", con "Bola de Dragón Z", con "Samed el mago", con "Biniki, la dragona rosa", con "Los Fraggle", con "Los Diminutos", con "Isidoro", con "Daniel el travieso", con los "Looney Tunes" (mi favorito era El Gallo Claudio, digo Claudiooo), con la Factoría Disney ("Chip y Chop: los guardianes rescatadores", sobre todo).
Pero también con "Dinastía", "Los Colby", "Falcon Crest", "Misión imposible", "La tribu de los Brady", "Los problemas crecen", "Aquellos maravillosos años", "Salvados por la campana", "Apartamento para tres" (¡Dios, Suzanne Sommers!).


Leí comics de "Batman", "Spiderman", "Superman", "Los 4 Fantásticos", "Thor", "Daredevil" y "El Increíble Hulk".

También libros de Stephen King, Alberto Vázquez Figueroa, Frederic Forsyth o Arturo Pérez Reverte, entre otros muchos.


Disfruté de películas como las sagas de "Rambo", "Depredador" y "La jungla de cristal", "La chaqueta metálica" (1987), "Apocalipse Now" (1979), las de Steven Seagal, las de Bruce Lee, todos los spaghetti-western de Clint Eastwood, todas la de James Bond (hasta la de George Lazenby), todas las de Bud Spencer y Terence Hill (esos Hermanos Trinidad), "Los Goonies" (1985), "Top Secret" (1984), "Aterriza como puedas" (1980), y un largo etcétera, que por falta de espacio no voy a reproducir.

¿Por qué mis hijos no tienen derecho a recibir una educación similar a la mía, adaptada a los nuevos tiempos que corren? ¿Los valores no son universales y atemporales? Si mi educación y la de otros adultos actuales sanos, miembros de una generación irrepetible, fue "tutelada" por toda esta generación artística ¿qué hay de malo en repetirlo? No somos la generación que más y más graves defectos presentamos, pese a tener un mayor desconocimiento de la realidad, tener más limitado el acceso a la información, a la tecnología, y, en lugar de aprender de ese tipo de detalles, nos limitamos a culparnos, los unos a los otros, educadores (padres, profesores, entrenadores, etc.), alumnos, dirigentes y otros colectivos relacionados con los niños y adolescentes. No se trata de buscar culpable, se trata de buscar soluciones, esa no sólo no es la mejor solución, sino que no es siquiera una solución. Pero esa es otra historia.

Ahora ya les he revelado el secreto de mis viajes en el tiempo, así pues les conmino a que hagan buen uso de su máquina del tiempo, cuando quieran viajar al futuro, recurran a sus sueños, sus ilusiones, sus proyectos, y cuando quieran retroceder en el tiempo, recurran a sus recuerdos. Todos tenemos nuestra propia máquina del tiempo, lo que ocurre es que no todos la saben utilizar, o la utilizan mal; algunos ni siquiera saben que la tienen.
N. Imobach Reyes

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